19 julio 2007

Felipe Reyes, por Jesus Sanchez.


Nada se le pone por delante.

Conozco a Felipe Reyes desde que era un crío. Ahora, tantos años después de aquel encuentro, reconozco que aún me sorprende su nobleza, lo poco que ha cambiado, lo sencillo que es... En resumidas cuentas, ‘Felipón’, como le conocemos, es un buen tío, uno más de la bendita selección de baloncesto que tenemos, no sólo grande por el tamaño de sus protagonistas y por sus títulos. No quiero hablar del Felipe jugador en pista. Seguro que tus conocimientos van más allá de los míos. Me gustaría incidirte en algo quizá más importante. Al margen de su cualidad natural para una aspecto tan importante en el basket como el rebote, su irreprochable actitud defensiva, su comportamiento duro (pero limpio), y sus evidentes progresos en algunas facetas del juego que no dominaba del todo en sus primeros años en la ACB (tiro a cuatro metros, el pase, etc), Felipe es el jugador que todo entrenador quisiera tener en su equipo. Por dos razones. Hace grupo en el vestuario y siempre lo da todo. Cuando un jugador con su talento se muestra comprometido, tiene buen talante en cualquier situación y genera buen ambiente, estamos ante una joya. Justo lo que es Felipe.

En cuanto a lo de la anécdota. Sabes lo combativo que es el pívot internacional. Tiene temperamento y genio, a veces más de la cuenta. Es así desde niño. "Cuando tenía cinco años, sus padres le dejaron encerrado en el coche para pasar a hacer unas compras a unos supermercados (Macro). Estaba, en principio, dormido. De repente, su madre Lola escucha por megafonía que un niño ha roto la luna del coche y que está llorando en recepción. Cuando se acercaron vieron al niño Felipe hecho una furia y con un moratón en la frente. Había traspasado el cristal con la cabeza." Nada se le pone por delante. Así es Felipe Reyes.

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